conferenciante y profesor en Instituto de Empresa, cree que comparado con los vecinos del norte de Europa, la puntualidad nos cuesta mucho trabajo.
“Penalizamos a los asistentes y nos compadecemos de los no presentes. Por supuesto que cualquiera puede no ser puntual a causa de un imprevisto.
- Los distraídos. A esta categoría pertenece el amigo que te felicita por tu cumpleaños un par de semanas después, que va a coger un avión el día que no es o que pierde una consulta médica porque se equivoca de fechas.
- Los que apuran hasta el último momento. Las personas de este grupo juran y perjuran que son más productivas si se encuentran bajo presión. A veces es difícil motivarlos si no hay algún tipo de crisis de por medio.
- Los productivos. Son los que desean maximizar el tiempo hasta extremos imposibles, y que utilizan el “pensamiento mágico” que consiste en infravalorar la cantidad de tiempo que verdaderamente lleva completar las tareas pendientes. Como odian malgastar el tiempo, se organizan de forma que vayan a emplear cada segundo de cada minuto aunque sea a costa de hacer esperar a los demás.
- Los que nunca admiten su falta y saltan de excusa en excusa. Este grupo de personas vive una época dorada gracias al uso del whatsapp, que los absuelve de sus faltas una y otra vez.
- Los que carecen de autocontrol. A esta categoría pertenecen no pocos distraídos.
- Los que buscan hacerse los interesantes llegando tarde. Que suelen ser los mismos que apuran hasta el último momento.
- Los rebeldes, que utilizan la falta de puntualidad como una forma de demostrar su poder. Quizá tuvieron padres que los hacían levantarse dos horas antes para llegar a tiempo a la escuela, y utilizan ahora la impuntualidad como una forma de rebelión, olvidando que los que pagan el pato probablemente ya no son los padres sino amigos y colegas que no tienen la culpa de nada.
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