miércoles, 25 de febrero de 2015

SEFARAD

Sefarad es un topónimo bíblico que la tradición judía ha identificado con España —de ahí que en lengua hebrea sea la palabra que se utiliza para referirse a España—. Al parecer la identificación de Sefarad con la península ibérica no se produjo en la Edad Media, sino después de la expulsión de los judíos de España en 1492. De Sefarad toman su nombre los sefardíes, descendientes de los judíos originarios de España y Portugal.
La Historia de los judíos en España comienza en la Hispania romana. En la España medieval los judíos constituyeron una de las comunidades más prósperas de su historia, tanto bajo el dominio musulmán como, posteriormente, en los reinos cristianos, antes de que en 1492 fuesen expulsados por los Reyes Católicos. En la actualidad 12.000 judíos viven en España y los descendientes de los judíos españoles, los sefardíes, constituyen aproximadamente un quinto de la población judía mundial.

Sefarad (I): Los judíos en la España medieval

Según algunos autores judíos del siglo XV la presencia hebrea en España era anterior al cristianismo. Sostenían que los primeros judíos llegaron a la Península Ibérica tras la destrucción del Primer Templo de Jerusalén por el rey babilonio Nabucodonosor II en el año 587 a.C. y la consiguiente diáspora judía. También lo interpretaba así un versículo bíblico del profeta Abdías, en el que se hablaba de "los desterrados de Jerusalén que están en Sefarad".


Los judíos en la Edad Media española



A lo largo de los siglos VIII y XV los judíos se encontraron sometidos, primero a autoridades musulmanas y, más tarde, a reyes cristianos. Unas  y otros compartían la misma actitud: los judíos no habían conseguido superar “todavía” su vieja ley mosaica, lo cual constituía un error, las consecuencias que de esta afirmación se derivaban dependían luego de las características personales del gobernante o de las circunstancias de la época concreta. Las Cortes castellanas estaban dispuestas a aceptar la legitimidad de la Torah, pero su actitud respecta al Talmud y a laQabbalah variaba. En la práctica, sin embargo, estaba ocurriendo el hecho de que ni el cristianismo ni el judaísmo, concebidos ambos en el respeto a la tradición respectiva, permanecían estáticos; en su crecimiento recíprocamente se influían, aun sin advertirlo.


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