Un filósofo en el Corte de Mangas Mental
Va una variable y le dice a la otra "oye, ¿tu correlaciones o trabajas?", a lo que esta le contesta con indiferencia: "sólo me interesan las relaciones causales". Bueno, sé que es un chiste malo, tal vez pésimo. Eso explica que haya acabado en la universidad y no en el club de la comedia. O tocando la gaita al 100 %. Pero incluso así, ejemplifica bien un problema que ha preocupado a los seres humanos a lo largo de los siglos: cómo poder establecer relaciones entre dos eventos. ¿Unos nubarrones son la causa de la lluvia o lo es la plegaria de mi chamán? O ¿Si como de este fruto, voy a morir? Son algunas preguntas que hace miles de años los seres humanos se podían preguntar intentando entender y controlar hasta cierto punto su entorno.
Históricamente, la mayor parte de los intelectuales humanos han tenido una visión esquizofrénica del mundo: por un lado, admitir que todo es pasajero y que los sentidos nos engañan, de manera que el mundo es algo que supera la mente y el lenguaje, es decir, que no se puede conocer; pero por otro lado, la acuciante necesidad de saber por qué suceden las cosas obligó a establecer relatos (mitológicos) sobre los orígenes y el funcionamiento del mundo. Las diversas filosofías y proto-ciencias fueron perfilando un poco al tun-tún diversos modos de establecer de forma más precisa relaciones entre sucesos diversos. Todo ello de una forma cualitativa, aunque aferrada a la existencia de relaciones causales. Aristóteles diseñó un sistema que lo explicaba todo, ni que fuera de forma errónea: el cerebro era un refrigerante corporal o los cometas en el cielo nocturno eran el resultado del choque de emanaciones calientes contra la capa sólida y transparente en la que se encontraba anclada la Luna.Aristóteles, el rey de la Substancia Eternamente Inmutable ...e inexistente..Las enfermedades eran el resultado de desequilibrio entre los 4 humores para Hipócrates, o todos los sucesos eran una combinación de yin y yang que podría explicarse mediante 64 hexagramas, para los chinos. Bueno, estos modelos falsos explicaban el mundo e incluso permitían hacer predicciones relativamente correctas. Paradojas del conocimiento. A finales de la Edad Media en Europa se inició un proceso de cuantificación que cristalizó en el Renacimiento: una época de creación, descubrimientos, revoluciones y matematización. Todo debía ser cuantificado, reducido a números que permitieran el cálculo. También los instrumentos de observación se tornaron más precisos y ampliaron el ya gastado espectro del sentido común ampliando lo macro (telescopios) y los micro (microscopios). Es en este momento cuando los números se ligaron a los eventos.
También se empezó a resquebrajar la creencia en un universo mecánico, perfecto en el que un Dios todopoderoso regulaba todos los eventos y se empezó a estudiar los fenómenos de azar con cierta curiosidad y escepticismo. El nacimiento de la estadística pareció ampliar los dominios de los causalistas, lo cual fue cierto en un principio, aunque pronto el aumento de datos sobre el mundo condujo a otro paradigma: muchos eventos son el resultado de combinaciones múltiples de cadenas causales, de redes de eventos que interaccionan entre sí no secuencialmente y siguiendo patrones distintos en función de la temporización de los mismos. Esto vale para genetistas, toxicólogos, epidemiólogos, sociólogos... lo que llevó a Bertrand Russell a afirmar a inicios del siglo XX que la causalidad era una reliquia del pasado, tan poco útil como la monarquía, aunque de igual de peligrosa vista con ojos ingenuos. Popper empezó a hablar de propensiones y por fin llegamos a las correlaciones: la relación aproximada y estadísticamente significativa entre dos eventos. Pero claro, estamos ante un problema: ¿cómo sabemos que nuestras correlaciones son ciertas o más bien el resultado del azar? Remito a las fascinantes visualizaciones de correlaciones espurias de Tyler Vigen (http://tylervigen.com/), como la que establece una correlación entre el consumo de margarina y la tasa de divorcios en Maine (EE.UU.).Correlación entre consumo de margarina y tasa de divorcios en Maine
Esto llevó a muchos investigadores a defender que la correlación no implica la causalidad, lo que de forma práctica no nos sirve de nada: queremos saber si dos (o tres o cuatro, o quinientos treinta) hechos están relacionados o no. Si mis hábitos sanitarios me conducirán a un cáncer. Si nuestros hijos crecerán más sanos tomando tal o cual producto. Si el cambio climático es un engaño o es un hecho (anotad conservadores: es un hecho). Si la evolución animal es un hecho indiscutible o los creacionistas tienen razón y todo esto es el invento de un diosecillo burlón (los fósiles eran bromas de un deus otiosus, según Johann Bartholomeus Adam Beringer).
Para salir del embrollo se diseñaron diversas estrategias: los métodos de causalidad de Mill, los criterios de Hill, los criterios de Susser,... pero al fin y al cabo nuestros números remiten a teorías que han modelizado la realidad. Es un castillo de naipes extremadamente vulnerable. Últimamente veo las ciencias como una variación o meta-estafa del esquema de Ponzi: los dividendos son reales, pero nada sale de donde debería. Pero bueno, uno tiene que creer en algo, y antes de abandonarme a un dios en el ocaso, lo siento Martin, prefiero luchar con los científicos. Venga, correlacionad y multiplicáos.

La matemática moderna nos proporciona una poderosa herramienta para modelizar las situaciones del mundo real, ya se trate de fenómenos naturales, como el movimiento de los planetas o las propiedades fisicoquímicas de un material, o artificiales, como el mercado de valores o las preferencias de voto de un electorado.
Al menos en principio, los modelos matemáticos pueden aplicarse al estudio de sistemas extremadamente complejos, integrados por un gran número de componentes en interacción mutua. En la práctica, sin embargo, solo sabemos resolver con precisión los casos más simples, como aquellos en los que interaccionan únicamente dos o tres agentes. Así, mientras que la derivación matemática de las líneas espectrales del átomo de hidrógeno (en el que un solo electrón orbita en torno al núcleo) puede enseñarse a estudiantes de carrera, las del átomo de sodio (con once electrones) quedan fuera del alcance de los ordenadores más potentes. El problema de los tres cuerpos, consistente en predecir el movimiento de tres masas ligadas por la ley de la gravitación universal, goza de fama por haber sido el único que dio dolores de cabeza a Newton. Al contrario de lo que sucede cuando solo consideramos dos masas, se cree que la solución del problema de los tres cuerpos no puede expresarse de manera simple, y que este solo puede resolverse de forma aproximada mediante algoritmos numéricos. Esa incapacidad para llevar a término los cálculos cuando interaccionan un gran número de componentes ha sido apodada «maldición de las dimensiones».